La propiedad intelectual en un mundo de copias

Hace poco que saltó la polémica sobre el proyecto de la «patada en el router» y la reacción de los internautas mediante el manifiesto «en defensa de los derechos fundamentales en internet». Podríamos hablar mucho sobre el efecto que twitter ha tenido en la movilización o sobre cómo un grupo inconexo de personas han utilizado google wave para redactar este manifiesto. Todos estos hechos solo posibles en nuestro tiempo y con el actual estado tecnológico de las cosas. Pero no, dejenme que entre en otro tema que es la base de toda esta discusión y que realmente no se ha visto realmente analizada estos días: «la propiedad intelectual».

Lo primero que inquieta al referirse a «Propiedad intelectual» es el hecho de que, realmente, es un concepto artificial y mal definido en muchos sitios. A falta de un sitio de referencia primario, aquí reproduzco la definición que aparece en la wikipedia (válgame el derecho de cita):

La propiedad intelectual es un derecho patrimonial de carácter exclusivo que otorga el Estado por un tiempo determinado para usar o explotar en forma industrial y comercial las invenciones o innovaciones, tales como un producto técnicamente nuevo, una mejora a una máquina o aparato, un diseño original para hacer más útil o atractivo un producto o un proceso de fabricación novedoso; también tiene que ver con la capacidad creativa de la mente: las invenciones, las obras literarias y artísticas, los símbolos, los nombres, las imágenes y privilegios.

Así pues es un «derecho patrimonial», lo que realmente no cuadra con la definición de «propiedad» :

En Derecho, la propiedad es el poder directo e inmediato sobre un objeto o bien, por la que se atribuye a su titular la capacidad de disponer del mismo, sin más limitaciones que las que imponga la ley. Es el derecho real que implica el ejercicio de las facultades jurídicas más amplias que el ordenamiento jurídico concede sobre un bien.
El objeto del derecho de propiedad esta constituido por todos los bienes susceptibles de apropiación. Para que se cumpla tal condición, en general, se requieren tres condiciones: que el bien sea útil, ya que si no lo fuera, carecería de fin la apropiación; que el bien exista en cantidad limitada, y que sea susceptible de ocupación, porque de otro modo no podrá actuarse.

Como vemos, las ideas, invenciones o innovaciones no cumplen dos de las tres condiciones (a veces ni las tres) para que puedan ser propiedades, ni son de cantidad limitada, ni se pueden ocupar. Por lo que, el término en sí mismo lleva a engaño, la propiedad intelectual no es propiedad y no puede ser equiparada a aquella.

Hecha esta salvedad, que tira por tierra fútiles argumentos que incluso alguno llegó a llevar al extremo de decir que la propiedad intelectual estaba cubierta por los derechos humanos (sic.) e intentando arrogarse los derechos de defensa de esa propiedad como algo básico de la humanidad.

Los derechos morales

Los derechos morales de los autores, que están fuera de toda discusión y son, al menos por mi parte, completamente reconocidos y respetados, no deberían incluir ninguna mención a la propiedad. Las ideas, lo creado con la mente, no es sino el efecto de «subirse a hombros de gigantes» como dijo newton. Todo científico ha usado los trabajos de otros para poder progresar en sus investigaciones, así como otros científicos que vendrán después utilizarán ese trabajo como base de su actividad. El reconocimiento científico existe desde hace muchísimo tiempo, y es la base del progreso actual y futuro.

La tendencia actual a derivar derechos de autor a industrias poderosas es el principio de la perversión de estos derechos. Los biólogos con las farmacéuticas, ingeniería genética, etc. Los músicos con las discográficas, los escritores con las editoriales, han cedido sus derechos sobre sus obras a cambio de ciertas prebendas de estas industrias… Y resulta que las empresas tienen una vida mucho más larga que los autores.

Las leyes de protección a los autores, base de la propiedad intelectual, lo que previenen es el hecho de que cualquier otro pueda atribuirse la creación de la obra y permiten que se monetice de alguna manera el hecho de la atribución única al autor. Así por ejemplo impide que otros editores publiquen una obra escrita sin el permiso del autor, lo que permitía a éste negociar un pago por la publicación y venta de sus libros a quien mejor le conviniese. Durando este derecho aproximadamente lo que la vida del autor (más para evitar una plaga de asesinatos de escritores a manos de editores sin escrúpulos). Además, permitía incentivar la publicación de las obras al tener en exclusiva los derechos sobre la misma el editor y evitarse la competencia de otros impresores. Esto permitió, en un tiempo en el que producir copias era muy caro, hacer que los libros llegasen a muchas más personas de las que habría podido llegar de otro modo.

En la época en la que se proclaman las primeras leyes de derechos de autor éstas se aplican a pocas obras y la mayor parte de ellas literarias, ya que las artes plásticas suelen ser compradas por mecenas (que no suelen desear obtener mayor beneficio monetario de la obra adquirida) o encargada para su reproducción puntual (como obras musicales u óperas) que no podían ser fácilmente copiadas o reproducidas o que no generaban ingreso alguno que compartir

Así pues, llegados a este punto vemos que la protección especial a las creaciones intelectuales solo tiene una motivación, incentivar las creaciones nuevas al permitir al autor conseguir que otros no puedan obtener beneficios de su obra sin su permiso. Pero resulta que el mundo ha cambiado y que ahora los conceptos de «autor», «editor» y «copia» se han trastocado drásticamente. ¿Debemos estar sujetos a las mismas leyes de hace dos siglos?

El nuevo modelo

Dando por hecho que la producción de un bien intelectual tiene un coste variable (desde los millones que podría costar el diseño de un nuevo medicamento, hasta los pocos euros que podría costar escribir un libro de bolsillo en los ratos libres) si que es irrebatible que la duplicación de los productos generados en base a esa producción es cercano a cero. No cuesta nada copiar un archivo con audio o texto o ponerlo en internet para su descarga. El papel de los impresores o de las empresas que generan soportes físicos es algo que ahora mismo ya no tiene valor propio, de la misma manera que se ha simplificado muchísimo la manera de poder acceder a estas obras y hace que los distribuidores tengan un coste muchísimo menor (una tienda virtual vs tienda física).

Pero lo que es más, los usuarios de estas obras han descubierto que ya no tienen porqué gastar su tiempo buscando un libro que no encuentran en su librería, ni rebuscando entre CDs para encontrar la canción que ayer escucharon en la radio. Ahora lo tienen todo a unos pocos clicks de distancia, y eso es irrenunciable. ¿Alguien cambiaría el email por el correo de papel en el uso diario?

¿Quiere decir esto que debe ser «todo gratis»?, evidentemente no, hay cosas que serán gratis porque sus autores así lo quieran y otras en las que se deberán buscar fórmulas en las que los autores puedan sacar algún provecho de su esfuerzo. De todas formas, hay que tener en cuenta un aspecto importante: el mercado es el que da valor a las cosas, así que si la gente determina que no quiere pagar cierta cantidad de dinero por leer un libro, pues no lo hará, y eso no quiere decir que el escritor no haya puesto más o menos esfuerzo en la creación de la obra. Y si decide que quiere cobrar 1000 euros por ejemplar, es libre de hacerlo, pero estoy seguro de que pocas personas comprarían el libro. ¿Quiere decir esto que la obra ha de morir por expreso deseo de su creador?… Pues para eso mejor habría hecho en no escribirlo.

El presupuesto de las familias y particulares para ocio o cultura es algo que no es «infinito», las personas deciden en qué se quieren gastar el dinero que tienen y la decisión sobre el tipo de gasto tiene que ver más con las preferencias personales que con limitaciones del mercado. Alguien que dedica a música 100 euros al mes, igual no se compra CDs pero si va a ver conciertos o musicales, o se compra un aparato mp3 mejor… Sobre todo si la forma de encontrar sus canciones favoritas no es en los CDs, sino en formato electrónico, más barato y más dirécto. El éxito de tiendas como itunes (obras sin drm) o de editoriales que venden en pdf no protegido sus libros (como mc.graw-hill) demuestra que el consumidor paga por el acceso a las obras, no por los soportes. Poder disponer gratis de esas obras es más el recurso del que no puede encontrarlas de ninguna manera (todavía estoy esperando que me vendan libros de asimov en castellano para leer en el kindle) o del que si las encuentra están llenas de trabas (sistema anticopia, drm) que impiden disfrutar de esa obra de manera completa.

Con estas premisas, está claro que el nuevo modelo económico no está en la «protección» de la propiedad intelectual, sino en hacer que ésta esté accesible a cuanta más gente mejor, en menos tiempo y costando más barata. Los clientes lo agradecerán y consumirán, dentro de sus posibilidades, más variedad al mismo precio. Esto significa que las editoriales y discográficas han de pasar a un papel de «promoción» más que a uno de «distribución», deberán ayudar a la producción de las obras y a hacerlas llegar mucho más rápido y con menos intermediarios al consumidor final. ¿se acabó la edad de oro de los editores? pues si, se acabó.

¿El nuevo modelo destruye riqueza?

Me comentaba un amigo el otro día que todos los cambios económicos en la historia han ido encaminados a generar más «riqueza», a aumentar el volumen de los bienes producidos o el nivel de renta general. Me ponía el ejemplo de la producción artesanal de vajillas, que se vio multiplicada cuando llegó la producción industrial, lo que permitió a más gente tener vajillas al ser más baratas y estar más accesibles. Fué un cambio que aumentó el volumen del mercado y la riqueza general (en vajillas) y en trabajo remunerado. Este amigo (gracias Javi), me hizo notar que con los cambios en internet, se tiende a eliminar riqueza (la de los editores y distribuidores) sin aumentar en nada el mercado ni la riqueza general ni proporcionar más puestos de trabajo.

Lo cierto es que en ese momento no supe qué contestarle, pero tras mucho pensarlo creo que si que se han vivido transiciones como ésta más veces y no siempre han sido negativas (en la suma total). Pensemos en la más evidente de todas: la introducción de los ordenadores. Parece obvio que el uso de ordenadores en muchas tareas sustituye a una cantidad apreciable de hombres. Por ejemplo, los contables de las grandes compañías anteriores a las computadoras se contaban por cientos. Salas enteras de empleados cotejando documentos y calculando con primitivas máquinas de calcular para finalmente traducirlo a los libros oficiales. La introducción paulatina de los ordenadores fue relegando completamente a estos contables manuales añadiendo muchas mas funcionalidades que estas personas no podrían hacer por si mismas… ¿Que pasó con estos contables? ¿hay más paro por culpa de los ordenadores?

En realidad no, las nuevas tecnologías, tanto los ordenadores como internet, lo que hacen es ofrecer más posibilidades y diversificar el mercado y la fuerza de trabajo. Igual ahora no hacen falta cien intermediarios trabajando para imprimir y distribuir el último libro de Harry Potter, pero si que se necesitan esas personas en otros negocios relacionados con las nuevas posibilidades que abre la venta, mantenimiento y uso de los nuevos dispositivos. O simplemente tendrán que desplazarse hacia las actividades en las que se gasta el dinero que ahorra la gente comprando los libros más baratos.

Piedras en el camino

¿Alguien se imagina que futuro tendríamos ahora mismo si los desplazados por los ordenadores hubiesen presionado lo suficiente para frenar su uso? ¿y si los ahorros que trajo consigo el uso de computadoras no pudiesen repartirse en otras actividades porque los puestos en peligro exigiesen seguir haciendo lo mismo aunque ya no tuviese sentido?. Exactamente lo mismo que pasará si se potencia la monetización de la propiedad intelectual.

Con el concepto actual de propiedad intelectual (equiparado a propiedad, pero sin restricciones materiales), se acaba de inventar un productor infinito de bienes (copiarlos para volver a venderlos no decrece el stock) además a precio tasado (el precio está protegido del mercado por las leyes)… Si sumamos todo lo que se gasta en pagar propiedad industrial (licencias, regalías, patentes, canones, etc.) veremos que estamos usando un porcentaje creciente del dinero disponible total, es decir, la riqueza material (la que sale de la posesión de bienes tangibles) está perdiendo terreno con respecto a la riqueza «impuesta» por leyes de protección, llegará el momento en que ni poseyendo todos los bienes materiales de la tierra se puedan pagar los gastos de propiedad intelectual (que recordemos produce hasta el infinito). Ridículo ¿no?

2 comentarios en “La propiedad intelectual en un mundo de copias

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