No me salen las cuentas

No se si ya lo he dicho antes… Pero soy un empresario.

Quizá los señores 2.0 prefieran que les llamen emprendedores o cosas más finas para quedar bien en la blogo-cosa, sea esto lo que sea. El caso es que mi motivación principal para dejar una gran multinacional y lanzarme a montar una empresa era tener el control sobre lo que hacía y porque lo hacía.

Llevo más de 4 años de empresario, inicialmente yo con otros socios (uno de los cuales tuve que invitar amablemente a que dejase de serlo, ya que tocarse las narices a dos manos no suele ser el trabajo encomendado a los emprendedores… ) y, poco a poco, contratando más gente que compartiese las ventajas de estar en una empresa como la mía (ya os diré cuales un día de estos).

He tenido muy claro, desde el principio, que mi empresa solo tenía una máxima. La empresa somos los que trabajamos en ella. No es que tenga muchas actividades motivadoras (somos informáticos, la sinergia nos la pela…) sino que cualquier decisión que he tenido que tomar lo he hecho pensando en el global de las personas que somos la empresa y no en el empresario en el que me convertí por arte de notario.

Hemos pasado por cosas buenas y por cosas malas. Hasta ahora no nos faltaba ni trabajo ni dinero para mantenernos, no tuvimos que pedir prestado ni nos preocupamos demasiado por los morosos que, tarde o temprano, terminaban pagando. Sin embargo esto ha cambiado drásticamente desde el verano hasta ahora.

¿Que es lo que ha cambiado?

Al margen de que la alegría con la que nos desenvolvíamos se ha trocado en un cierto pesimismo y miedo al futuro, nos hemos empezado a encontrar con clientes que no pueden pagar… Ni ahora ni dentro de un mes y, es posible, que incluso nunca. Un moroso siempre estropea las cuentas, pero cuando no se paga porque no se tiene es mucho más grave que cuando es por desidia o mala fe. Además de otros que antes pagaban puntualmente y que han empezado a retrasar los pagos. Pagar pagan y esperamos que lo sigan haciendo, pero ya no tenemos seguridad de cuando se realizará el pago.

Esto, que a nosotros no nos había pasado antes, es algo casi normal en otros sectores. Cuando esto sucedía se requería a los bancos una línea de crédito para soportar el tirón y cuando finalmente se cobraba, todos tan contentos. El banco cobra sus intereses y comisiones, la empresa paga sus nóminas y proveedores puntualmente y el moroso no tiene tanta presión de sus proveedores… Pero la situación ha cambiado en los bancos. Ya no se presta dinero para la actividad comercial, y si se presta, es en unas condiciones leoninas. Parece que, una vez más, tenemos que pagar los pecados de los abusos bancarios los únicos que seguimos al pie del cañón, produciendo riqueza y pagando sueldos.

Vista esta tesitura, y con un ojo puesto en el saldo de la cuenta corriente y el otro en el cliente díscolo, nos encontramos con que ya no nos salen las cuentas. Poder pagar los sueldos todos los meses se ha convertido casi en una fantasía. Si no entra dinero en una empresa, probablemente no se paguen a sus proveedores que, probablemente, no paguen a los suyos… El último proveedor al que se deja pagar es el propio empleado, pero si no hay dinero ni forma de conseguirlo (aunque haya trabajo y contratos cerrados) no se puede uno inventar la pasta.

Un amigo mio, de otro sector, sufrió las consecuencias de las restricciones del crédito hace unos meses. No tiene dinero ni para hacer despidos, me confesaba. Él y su socio decidieron hacer una ampliación de capital y se dejaron todo lo que tenían y podían conseguir. Rehipotecaron sus casas, sacaron sus ahorros y vendieron lo que pudieron. Pero no fue suficiente, sin la sangre financiera de los bancos no se puede seguir. Sus empleados, muchos amigos míos, están sin cobrar, y ya van por el segundo mes, y la actividad de la empresa completamente detenida… Se les ha negado el derecho a operar por parte de los mismos bancos que reconocen que el negocio es, y puede seguir siéndolo, rentable.

Hasta el día de hoy he conseguido hacer frente al pago de las nóminas y los impuestos. Me ha exigido una dura disciplina, dejar de cobrar mis sueldos, perseguir a los clientes, buscar más proyectos aunque sean de bajo calado, pero pago inmediato, para poder soportar el temporal… Y no creáis que es fácil de soportar la tensión de saber que si fallas se caen contigo todo tu equipo, que fallarás a empleados, amigos, clientes e incluso a tu familia que creyó en ti cuando dijiste que eras empresario y que podías levantar un poquito más el país. Claro, que nunca es toda la familia ni todos los amigos los que te apoyan… Pero bueno, esa es otra historia mucho más dolorosa y que no creo que queráis escuchar.

He pasado noches en vela, días intranquilos y, os lo digo desde la más absoluta incertidumbre sobre el día de mañana, nadie apreciará el esfuerzo… O al menos no se verá la manera en que yo lo sufro. Perdonadme que use este blog para desahogarme, pero uno se queda mucho mejor después de soltar estas diatribas soñando que la gente lo lee y afirma con la cabeza, ¡Qué razón tiene! ¡Pobre hombre lo que tiene que soportar!

Como no se, realmente, quien tiene la culpa de todo esto, no tengo contra quien canalizar mi enfado. No puedo culpar al cliente que no tiene dinero para pagarme (un poco si, pero no me sirve de nada), no puedo culpar al gobierno puesto que nunca he creído que realmente nada de lo que hiciese me afectaría demasiado (salvo bajar los impuestos), tampoco puedo culpar a mi equipo ni a mis clientes por las desviaciones de los proyectos ya que vamos en el mismo barco y las culpas son compartidas (total si tampoco me iban a pagar a tiempo)… ¿Los bancos? Igual si, estos tienen todas las papeletas, pero igualmente tienen la sartén por el mango y no la van a soltar, por lo que solo me queda el recurso de la pataleta y el desahogo bloguero de dejarlo plasmado en este post.

Perdonadme el berrinche… Pero tengo que sacar algún rendimiento a esto del blog. Y no, no admito donaciones como Mobuzz.

3 comentarios en “No me salen las cuentas

  1. Ánimo José Antonio. Por el noroeste las cosas también están muy mal. Empresas que cierran, suspenden pagos o se deslocalizan.

    Deberías reflexionar seriamente y plantearte si ¿el empresario o, «como mola más decir ahora para que no te confundan con un puto explotador burgués», emprendedor, es un ser al que los poderes públicos protejen u oprimen?. Claro que si te lo pones a pensar seriamente, llegas a la conclusión de que Antonio fué mucho más listo que nosotros al hacerse funcionario.

    Por si te sirve de consuelo el «Mal para muchos» te informaré de que no te puedes imaginar la «limpia» que han estado haciendo en tu antigua multinacional.

  2. Gracias Carlos,

    Cierto es que no se nos tiene en cuenta a los pequeños cuando se piensan las medidas del gobierno… Y eso debería cambiar ¡que damos más de la mitad del empleo en el país!

    Lo malo es que, encima, te dicen que eres tonto cuando prefieres crear empresa a ser funcionario… Igual es que soy un «bohemio soñador» pero, por el momento, me agarraré a lo que pueda a ver si capeamos el temporal con las menos bajas posibles.

    Y le preguntaré a Antonio si a ellos les afecta la crisis… Igual algo se nota por el funcionariado, no se.

  3. ¡Ánimo Espi! Es lo único que te puedo desear con crisis o sin ella pero no dejes de tener los pies en el suelo… ¡hay que seguir viviendo!

    Mobuzz no es un buen ejemplo en estos momentos. Está ahora devolviendo el dinero a quienes les apoyaron económicamente porque no llegaron ni a cubrir el 15% de lo que realmente necesitaban y ha cerrado la empresa dejando a una docena de trabajadores en la calle.

    Está claro que, cuando las cosas van bien, todo el mundo te felicita y salen «amigos» hasta debajo de las piedras, pero cuando las cosas comienzan a ir mal y se necesita ayuda… los «amigos» misteriosamente desaparecen. El dinero llama al dinero y cuando no se tiene, lo que tienes en su lugar es la peste, económica, pero la peste. Nadie quiere verte ni en pintura. Vivimos en el mundo del «fantasmeo», de trajes y corbatas para aparentar lo que no se es y no se tiene, de «imagen» de éxito. Yo he acabado harto. Ya sabes cómo son las consultoras multinacionales. Y creo que son un exponente claro de una imagen de mercado que no se corresponde con la realidad.

    Ya sabes que yo también tuve mi empresa hace tiempo y mi conclusión es que a nadie le importa lo que hagamos para contribuir a crear una sociedad mejor, a nadie le importa que nos guste aquello en lo que trabajamos, a nadie le importa que nos esforcemos por hacer las cosas bien y que sean de utilidad para los demás. Sólo se ve gente que se mueve exclusivamente por dinero. Si uno gana, los demás quieren estar cerca para ganar también y cuando llega la época de vacas flacas, otros incluso se acercan para sangrar lo poco que queda. ¡Qué cara!

    Una empresa es eso, una «aventura». Somos aventureros en nuestros corazones. Sabemos cómo hacer las cosas, pero a veces no disponemos de los medios necesarios para llevarlas a cabo o no las realizamos en el momento oportuno para ello. Y quien tiene los medios sólo le preocupa una cosa: ganar, ganar y ganar. Vive de eso. Sí, ese aumento que exige de 20% de beneficios cada año, sin parar, como si la tarta del mercado no fuese finita. Al final pasa lo que pasa. Es dinero virtual. ¡No existe!

    Cuando cerré mi empresa decidí volver a trabajar por cuenta ajena y eso he hecho durante casi 12 años después de mi «aventura». He dormido más tranquilo por las noches. Antes todo era pensar en incluso soñar con ingresos, gastos, facturas y mucho trabajo, las 24 horas del día… pero también algo muy importante y por lo que mereció la pena a pesar de no salirme bien: ¡disfruté con ello como con nada en el mundo laboral hasta ahora!

    Ya sabes, ahora estoy en el paro porque mi antigua empresa empleadora ganaba menos y yo, como otro centenar de veteranos, en lugar de ser una inversión, nos habíamos convertido en un gasto. De nada sirvieron las horas «extras» impagadas, los fines de semana trabajando porque alguien hizo muy mal las planificaciones. De nada sirve todo eso. En época de crisis nos convertimos en un número con un coste para la empresa y como número nos acaban «restando». Y todo ello a pesar de que siguen «sumando» nuevos contratos, eso sí, más económicos.

    En fin, que tu situación me suena porque, aunque no la viví de la misma forma allá por mediados de los 90, al final tuve que abandonar algo que me gustaba. Esa fue mi decisión y, de momento, no me he arrepentido lo mismo que tampoco he descartado la posibilidad de volver a montar algo más adelante. La vida sigue, la esperanza es lo último que se pierde y hay que vivir el presente, cada momento e intentar hacer lo que nos dicte la razón y el corazón pero sin despegar los pies del suelo. El contacto con la realidad es importante.

    Mi abuelo, que en paz descanse, en su día también fue empresario, de hecho, tenía una fábrica con bastantes empleados. Nunca se arrepintió de cerrarla cuando las cosas fueron mal. Sólo nosotros pensamos en nosotros mismos aunque tengamos gente a nuestro cargo. Es una cuestión de supervivencia y él perdió la fábrica, sí, pero ganó a la familia y luego, al trabajar por cuenta ajena, pudo mantenerla de por vida. Siempre me decía que no había nada como dormir tranquilo por las noches. En su día no lo entendí, pero cuando pasé por mi propia experiencia, logré comprenderlo. Lo mismo que he comprendido con el tiempo que no hay que casarse con ninguna empresa porque luego no te ayuda ni te compensa de ninguna forma (y ya he pasado por dos experiencias así).

    En fin, ánimo y tomes la decisión que tomes que sea acorde a tu conciencia porque la conciencia no nos abandona nunca. No vale el «¿Y si hubiera…?»

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